Aunque
se trata de un tema muy controvertido, la mayoría de los historiadores
calculan que un 70% de los 15.000 jefes y oficiales en activo en 1936
combatieron en el bando
sublevado (unos 1.500 fueron
fusilados o encarcelados por ser desafectos al bando vencedor en cada
lugar), mientras que, por el contrario, la mayor parte de los 100
generales no se sublevaron. De los 210.000 soldados de tropa y
suboficiales que teóricamente formaban el ejército regular en 1936, unos
120.000 quedaron en la zona sublevada, pero lo más decisivo fue que
entre ellos se encontraban los 47.000 que formaban el Ejército de África que constituían las mejores tropas
del ejército español. La Guardia
Civil, por su parte, quedó muy dividida entre los leales y los rebeldes
a la República.
Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército
sino que contó desde el primer momento con las unidades militares (y las
fuerzas de orden público) sublevadas durante el golpe ya organizadas y
dirigidas por sus mandos, entre las que destacaba el ejército del Protectorado de Marruecos, el
llamadoEjército de África, compuesto por la Legión Extranjera y los Regulares (tropas indígenas moras mandadas
por oficiales españoles) que constituía la fuerza militar más
experimentada de todo el ejército español. Por otro lado las milicias carlistas (requetés) y las milicias falangistas que apoyaron a los sublevados
fueron integradas en el ejército del que se consideraban aliadas y no
enemigas (al contrario de lo que sucedió en el bando republicano donde las milicias obreras,
especialmente las milicias
confederales anarquistas,
siempre desconfiaron de la institución militar, con la excepción de las
milicias comunistas).
En
el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la
unidad de mando y dominó completamente la vida civil de la zona sublevada, que ellos llamaban zona nacional. La muerte en un accidente de
aviación en los primeros días del golpe del general Sanjurjo, que era el
militar elegido por sus compañeros para encabezar la sublevación, hizo
que el mando en la zona
sublevada quedara entonces
repartido entre los generales Emilio
Mola y Francisco Franco, pero sólo dos
meses después, el 1 de
octubre, el general Franco asumió el mando único militar y político (el
general Mola murió en otro accidente de avión al año siguiente, el 3 de junio de 1937).
"El fenómeno de la
centralización militar del esfuerzo de guerra en la zona sublevada hizo
que no se permitiese nada que se asemejase a la desunión política, al
rencor entre grupos políticos y a la falta de confianza en los mandos y
jefes de la campaña, todo lo cual se manifestó especialmente en la
retaguardia republicana del norte,
en Aragón y en Cataluña, que es donde se perdió
realmente la guerra. (...) A medida que la República iba perdiendo la
guerra, aumentaban el hambre y las privaciones en la retaguardia,
creándose una situación infernal, con refugiados, bombardeos, escasez y
frío".
En
cuanto a la ayuda extranjera, el bando
sublevado recibió armas de
todo tipo y aviones prácticamente desde el primer día por parte de la Alemania nazi y laItalia Fascista a la que pronto se añadieron
unidades militares completas (la Legión
Cóndor alemana y el CTV italiano) en un flujo continuo que
nunca se detuvo a largo de la guerra.
Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente
ninguna unidad militar completa organizada y disciplinada con todos sus
mandos y suboficiales y durante los primeros meses la fuerza militar que
se opuso al ejército sublevado, tras la decisión del gobierno de José Giral de licenciar a las tropas para
evitar que la sublevación se extendiera, estuvo constituida por columnas improvisadas integradas por
unidades sueltas y por las milicias de las organizaciones obreras,
que cuando estaban mandadas por oficiales de carrera éstos a menudo
suscitaban sospechas de traición entre los combatientes. Fue a partir de
la formación del gobierno de Largo
Caballero el 5 de septiembre
de 1936 cuando se inició el proceso de construcción de un verdadero
ejército, con la militarización de las milicias y su integración en las
brigadas mixtas, primer paso para la creación del Ejército Popular que sólo se logró tras la
superación de la crisis de los "sucesos de mayo de 1937" y la formación a
continuación del gobierno de Juan
Negrín. Pero el ejército republicano siempre tuvo un problema
estructural de difícil solución: la falta de mandos profesionales (según
los cálculos de Michael Alpert, sólo un 14% de los militares que
figuraban en el Anuario
Militar de 1936 servían
todavía en 1938 en el ejército de la República). Un problema que fue
especialmente acuciante en el caso de la Armada. Algo que reconoció el general
republicano Vicente Rojo que escribió:
Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la nomenclatura y sistema de mandos de un ejército regular... pero sólo hemos subido los primeros peldaños para alcanzar la cumbre
Además en el bando republicano la unidad de mando sólo se logró
(y nunca fue completa) a mediados de 1937 cuando el Ejército Popular
estuvo completamente estructurado y, por otro lado, sólo a partir de ese
momento las necesidades militares se impusieron sobre las de la vida
civil (marcada por la Revolución
Social de 1936). Y también, a diferencia del bando sublevado, era el
gobierno quien tomaba las decisiones pero siguiendo casi siempre las
recomendaciones del Jefe del Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente Rojo, y de otros
militares leales.
En cuanto a la ayuda extranjera la República, a
causa de que Francia y Gran Bretaña no acudieron en su ayuda y además
impulsaron el pacto que dio nacimiento al Comité de No Intervención (cuya prohibición de suministrar
armas a alguno de los bandos contendientes no fue cumplida ni por
Alemania ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo) la
República tuvo que adquirir el material bélico donde pudo, a menudo
recurriendo a los traficantes de armas que en ocasiones les vendieron
material anticuado o en muy mal estado a precios astronómicos. Esto le
hizo depender de los suministros que le proporcionó la Unión Soviética,
después de que Stalin superara sus dudas sobre la ayuda a
los republicanos españoles, cuyo material bélico (armas automáticas,
tanques y aviones) acompañado de instructores y consejeros militares
soviéticos, junto con las Brigadas
Internacionales reclutadas
por la Internacional
Comunista o Komintern, no comenzó a llegar
hasta octubre de 1936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron
en varias ocasiones en función de la coyuntura internacional europea
(que determinaron, por ejemplo, que el gobierno francés abriera o
cerrara la frontera) y del creciente bloqueo impuesto por la Armada
sublevada en los puertos republicanos.
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